educación
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En la edad escolar ocupamos tres ciclos de educación preescolar, seis de educación primaria, tres de secundaria, tres de formación media superior; dependiendo del perfil profesional que determinemos, nuestra formación superior estuvo o estará entre cuatro y ocho años (si es que se realiza alguna especialidad) y tal vez otros 2 u 8 años de formación en un post grado, ya sea maestría o doctorado.

 

Por: Alejandro Saucedo Hernández | @AlexSaucedo

 

Algunos argumentan que el ser humano, comienza a aprender en el momento de la concepción; algunos más se atreven a afirmar que ya se está aprendiendo mucho antes de la concepción. Lo tangible y la evidencia empírica nos dice que, como seres humanos, aprendemos en principio de la familia, incluso desde antes de poder adoptar una lengua, pues nos comunicamos a partir del sonido o la ausencia de él. Nuestro instinto sabe que, si lloramos o nos reímos, serán indicativos de que estamos molestos, irritados, felices o simplemente en calma.

 

Posteriormente aprendemos a comunicarnos a través de una lengua materna, la cual usaremos, en su mayoría, a lo largo de la vida; posteriormente en la edad escolar ocupamos tres ciclos de educación preescolar, seis de educación primaria, tres de secundaria, tres de formación media superior; dependiendo del perfil profesional que determinemos, nuestra formación superior estuvo o estará entre cuatro y ocho años (si es que se realiza alguna especialidad) y tal vez otros 2 u 8 años de formación en un post grado, ya sea maestría o doctorado.

 

Pero ¿Qué pasará con aquellos que se vayan quedando en este proceso de formación de capital humano para el territorio Nacional? ¿Quiénes logren superar las barreras económicas y sociales, cuál será el escenario después de esta formación?, ¿dejaremos de aprender?, Steiner (2005) menciona que, la necesidad de transmitir conocimientos y habilidades, así como el deseo de adquirirlos, son unas constantes de la condición humana. El magisterio y el aprendizaje, la instrucción y su adquisición tienen que continuar mientras existan las sociedades. La vida no podría salir adelante sin ellos.

 

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Resulta necesario recalcar que, el aprendizaje no se limita al contexto puramente conceptual; se requieren de otras habilidades como la socialización, a través de ésta, descubrimos y compartimos nuestros intereses construyendo lazos de amistad indefinida; a su vez, derivado de ello es que, en los diversos centros escolares, nos formamos como seres humanos.

 

De esta manera, retomamos a Faure et. al. (1972) en el que ha mencionado dentro de su obra “Aprender a ser: la educación del futuro” la necesidad de que la educación sea universal y permanente; con lo que posteriormente Delors (1996) contribuye, a través de la propuesta de los cuatro pilares de la educación, que marca en su obra “La educación encierra un tesoro”, siendo estos (por todos discutidos y muy redundantes durante mucho tiempo): Aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos y aprender a ser; afirmando  que el aprendizaje es como el “latido social”.

 

Así la UNESCO, la OCDE, las CONFINTEAS, la OEI acuñan que es preciso que la educación, no concluye con una formación académica, ya que siendo un derecho humano, no inicia al abrir un libro de texto, ni concluye al cerrarlo, la educación va más allá de un enfoque de formación para la vida, es un medio para mejorara la calidad de vida de las personas, y ¿es qué a caso dejamos de soñar con tener un mejor futuro para nosotros y nuestras futuras generaciones?, es por ello que dentro de la agenda 2030 se retoma que la gran mayoría de individuos, buscan en la formación, un medio que les permita vivir con dignidad, construir sus propias vidas y contribuir a las sociedades en que viven.

 

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Si bien, la formación es una tarea personal, la educación es un derecho y como tal está a cargo del Estado, contribuir y generar políticas públicas, no solo para la educación formal, o para lo que se ha considerado “etapa escolar”; sino para la formación de capital humano que procure estructurar un tejido social sano y eficiente, no sólo enfocado al ámbito económico, tratando de fortalecer el PIB o el PIB per capita, sino apostando por la reestructuración de lo social, lo comunitario desde el núcleo endógeno, identificando y fortaleciendo ventajas y nichos de oportunidad dentro del territorio, pero siendo conscientes de las propias limitaciones y los retos que implica gestionar un cambio y una trasformación verdadera.

 

Y a este respecto Faure et. al. (1972) retoma que la educación es un producto y factor de la sociedad, pero además es el mundo y el reflejo de este, por lo que contribuye a engendrar las condiciones objetivas de su propia trasformación, de su propio progreso y sin duda, de la propia calidad de vida de cada individuo como detonante para el desarrollo equilibrado. A partir de ello, considero necesario reflexionar, sí el enfoque en el que estamos estacionados es idealista, voluntarista, mecanicista o simplemente conservadurista con una perspectiva a la descomposición social; de esta forma, ¿Cuál de los cuatro enfoques educativos propuestos por el autor podremos adoptar y en cuál de ellos nos observamos?

 

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Por ello, me atrevo a aseverar que la educación no puede concluir en un escenario académico, pues es en el escenario de la vida cotidiana, en donde se ponen a prueba la teoría recuperada de un aula, es en ese territorio inhóspito que la urbanidad se convierte en pedagogía de las experiencias y que de no saber ser padres, lo aprendemos en un sentido nítido y claro, o nuboso y tormentoso; a que las relaciones de pareja no se establecen por una ecuación matemática que se iguala a cero; comprender que el espacio de convivencia laboral muchas veces es privilegiado por el alcohol y el acoso; que la formación en un país rico en recursos naturales esta catalogado para “conseguir” un buen puesto salarial, dejando de lado la autorrealización y el emprendimiento del sujeto.

 

Si bien se han establecido poco a poco asignaturas como formación cívica y ética; sin embargo, hace ya algunos ayeres solo se estudiaban las ciencias sociales a secas, ¿será necesario esperar décadas para que nos demos cuenta del daño social, económico y ambiental que la educación trunca a ciertos esquemas o etapas de la vida nos está limitando?, ¿deberemos esperar a que los investigadores educativos descubran y propongan conceptos como resiliencia, empatía, comunicación afectiva y efectiva, para reencausar a una sociedad imponentemente dinámica?

 

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Desde mi enfoque, estas son las tareas pendientes que se tienen en una agenda olvidada desde hace ya casi medio siglo. Estoy seguro de que se puede conseguir una formación holista, en el que no solamente el niño, adolescente o joven pueda tener acceso a ello, sino que se pueda ir contextualizando a espacios de participación social mediante la animación sociocultural, a cada miembro de la sociedad, desde la niñez hasta los adultos mayores, incluidos cada uno de los diversos territorios de Tlaxcala, potenciando sus saberes, reagrupando sus experiencias, fortaleciendo sus habilidades, compartiendo sus tropiezos, aprendiendo de los demás a lo largo de toda la vida sin distinción de ningún tipo, siendo incluyentes para lograr una mejor sociedad como Tlaxcaltecas, como Mexicanos, pero sobre todo como seres humanos.

 

Referencias
Delors, J. (1996) La educación encierra un tesoro. Santillana.
Faure, E. y otros (1972) Aprender a ser: La educación del futuro. Alianza Editorial. Milan.
Steiner, G. (2005). Lecciones de los maestros. Madrid: Ediciones Siruela.
UNESCO (2020) Liderar el ODS 4 – Educación 2030, página oficial.

 

 


 

 

 

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