Por: Alejandro Saucedo Hernández | @AlexSaucedo
(Segunda de tres entregas).
Amable lector, debo comenzar esta segunda parte haciendo la misma aclaración de la primera parte, no es mi intención hacer un juicio al servicio de Misiones Culturales, sino únicamente aportar elementos que permitan a usted responder dicho cuestionamiento.
Y haciendo un recordatorio sobre las huellas dejadas; hemos visto en la primera parte la importancia, para su época, de erigir un sistema educativo para quienes serán posteriormente los maestros rurales mexicanos. Ante este reto, surgen los “Institutos para el Mejoramiento de Maestros en Servicio”, conducidos por personajes como Rafael Ramírez y Roberto Medellín, funcionarios de la Secretaría de Educación Pública, con lo que se establecen los primeros ensayos de 1923 a 1925 durante los periodos vacacionales de verano, los cuales, servirán de incubación a las futuras Misiones Culturales.
Es así como, mediante acuerdo del C. Presidente Álvaro Obregón, el 17 de octubre de 1923, son creadas las Misiones Culturales, en el poblado de Zacualtipán, en el Estado de Hidalgo con lo que se pretendía dar un vigoroso impulso a la educación rural; cuyo objetivo inicial sería: …preparar adecuada y eficazmente a los maestros rurales en servicio proporcionándoles los conocimientos necesarios en relación con las características y necesidades de la región. En su programa ofrecen capacitación en aspectos tales como: técnica de la enseñanza, prácticas de agricultura, pequeñas industrias, vacunación y atención a enfermos, educación física y recreación. (Hughes, 1951: 12).
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Relata la historia que desde aquella “aurora boreal”, esta organización y sus figuras educativas, llevan en su seno el enfoque del desarrollo humano desde el escenario de la educación, en un contexto en el que se necesitaba una integralidad y una organización del país de manera inmediata. A través de este epigrama, se fueron adaptando a las condiciones que el medio requería, transformándose desde el enfoque educativo y administrativo, a tal grado de ser suspendidas en 1938 por disposición gubernamental, se suspende el programa y se ubica al personal en las normales rurales y otras dependencias de la Secretaría; sin embargo, para 1942, Ávila Camacho restituye al programa de las Misiones Culturales para lo cual modifica su organización y objetivos, ya que la tarea de preparar a los maestros del medio rural pasa a ser tarea de las normales rurales.
En esta segunda época sus objetivos son: mejorar la economía familiar campesina, elevar la salud, la educación, cultura y recreación, así como fundar bibliotecas y salas de lectura. A partir de este año y hasta 1972, se incrementa el número de Misiones Culturales de 30 a 215, apoyadas profundamente por los tres niveles de gobierno, además de que en 1964 se adhieren 90 Salas Populares de Lectura y para 1972 incrementó a 141. El esfuerzo desde 1942, le acerca para que, en septiembre de 1970, las Misiones Culturales obtuvieran el premio Nadezda K. Kroupskaia que otorga la UNESCO (Santiago, 1973: 68).
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Basado en ello, me atrevo a afirmar que esta institución es una digna representante de la Revolución Mexicana, que en su raíz lleva las necesidades de los grupos vulnerables y de lucha social; que hasta nuestros días, no han dejado de existir, y que debido a ello, se han creado y especializado profesionales educativos dispuestos a mejorar las condiciones de vida de los habitantes; pero además, su carácter migratorio o temporal la hace una institución como pocas, pues a decir de Tinajero (1980), son escuelas ambulantes que desarrollan su labor educativa en cursos breves, quienes se instalan temporalmente en los centros de población ocupándose de ejercer influencia sobre los habitantes de la región.
Tan importantes fueron las Misiones Culturales en aquel tiempo post revolucionario, que diferentes países adoptaron un modelo similar como “Las Misiones Sociopedagógicas en el Uruguay”, mencionando que “sus antecedentes teóricos, están en las Misiones Culturales Mexicanas” (OEA, 1960); además del “Programa socioeducativo rural de fincas nacionales” en Guatemala, el cual también reconoce sus orígenes en el proyecto nacional mexicano (Valverde; 1957); finalmente, en este recorrido de impacto internacional, la propia UNESCO menciona que: “ …la Misión Cultural constituye un hecho típicamente mexicano y único en la historia de la pedagogía, México ha sido el primer país en emprender tal genero de experiencias y la amplitud con que está expuesto su trabajo, las dificultades técnicas y cómo han de ser resueltos los problemas pedagógicos que plantea la enseñanza de las reglas de la higiene y salubridad, de las artes y oficios, de la lengua y de la gramática en regiones bilingües, y la lucha contra el analfabetismo, servirán para que puedan ser tenidas en cuenta por los maestros que en un medio distinto al mexicano, han de enfrentarse sin duda con problemas de una naturaleza análoga (SEP; 1951).
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Además, dentro de sus antecedentes no puede faltar el pensamiento de Enrique Corona (1947) que, en su obra “razón de ser de las Misiones Culturales de la Secretaría de Educación Pública”, aborda ya de manera integral la labor de los maestros misioneros; mencionando que: “la educación no está confinada exclusivamente a la escuela, sino también a la influencia del ambiente”, pero además considera que si bien la escuela pública enfrenta las problemáticas coyunturales de las nuevas generaciones, descuida otras referente a la comunidad en conjunto y que sugiere que la escuela en su totalidad debería empeñarse en trascender socialmente, sin pretensiones, como metas accesibles y que las Misiones Culturales surgen como una opción que amalgama de manera ferviente con la escuela cotidiana, ya que con la educación extraescolar que se ofrece “podrán superar el estado cultural actual, poniendo en marcha los aspectos estancados o retardados de la cultura, acelerando el desarrollo integral de la población y desenvolviendo al efecto las capacidades y poderes vitales y los propios recursos materiales del individuo, la familia y la sociedad” (Corona, 1947: 49).
Para finalizar esta segunda entrega, y a fin de sembrar la duda, sobre la veracidad de las líneas plasmadas en este artículo, con el propósito, si es que es de su interés, que usted, amable lector, pueda indagar más a profundidad la historia de este Subsistema Educativo y que, a título personal puedo decir que ha sido olvidado y relegado a los rincones más efímeros del Sistema Educativo Nacional en diversas latitudes del territorio mexicano, a tal grado que han desaparecido.
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Así, a manera de colofón histórico (y sirva de introducción a la tercera parte), haré mención que, entre 1926 y 1928 se establece la primera Misión Cultural en la población de Xocoyucan, en el Estado de Tlaxcala, para que posteriormente en 1942 la demarcación de Papalotla y Tlaltelulco, contaran con este servicio, además de realizar importantes eventos como el cursillo para Jefes de Misión y trabajadoras del hogar, el cual se llevó a cabo en enero de 1956. Pero lo tocante al subsistema de Misiones Culturales en el Estado de Tlaxcala se abordará en la siguiente entrega.
Referencias
Corona, E. (1947) Razón de ser de las misiones culturales de la Secretaría de Educación Pública. Secretario de Educación Pública
Hughes, H. (1951) Las Misiones Culturales Mexicanas y su programa, París, Organización para la Educación, la Ciencia y la Cultura de las Naciones Unidas.
OEA. (1960) Las misiones sociopedagógicas en el Uruguay; Centro interamericano de educación rural; Secretaria General de los Estados Americanos
Santiago, A. (1973) Las misiones culturales: (1923-1973), Secretaría de Educación Pública.
S.E.P. (1951) Ponencia Informativa en relación con las Misiones Culturales de México; Primer Congreso Interamericano Cultural de la OEA; México D.F.
Tinajero, J. (1980) Misiones culturales mexicanas, Escenario de investigación comunitaria, proyecto CREFAL; 20 años de educación de adultos en la UAM.
Valverde, V. (1957) Programa de desarrollo socio educativo rural de fincas nacionales
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