Por: Diego Figueroa | @oreugiFDiego
“Los Especiales”. Todo mundo se llena la boca diciendo “es que ya nada es, como era antes” usando estas palabras para idealizar o romantizar conceptos básicos y de bien común que nada tienen que ver con la edad o con la época. Yo podría hasta catalogarlos como el uso del sentido común pero ahí, entrará el mundo de lo subjetivo y del que no todos, vivimos lo mismo y, por ende, nuestras respuestas no serán jamás las mismas.
Pero falta hacer una visita a casa de algún conocido y ver cómo los hijos se sienten con derechos, sienten que todo lo merecen, son egoístas y sobre todo, la vida gira en torno a ellos. En los parques, cuando ellos juegan se ven en la manera que se pseudo relacionan, si se va a comer fuera, se ve en cómo se comportan en la mesa y sobre todo, cómo le hablan a los padres.
Los hijos de ahora, al crecer quieren hacer cosas con sentido, que dejen huella, que ellos puedan generar un cambio, quieren ser especiales, pero en la escuela, ya no se pueden concentrar. En sus círculos sociales son egoístas y se crían bajo estatutos hedonistas. Si algo les requiere concentrarse, inmediatamente tiran la toalla, no saben cómo lidiar con estrés, son excesivamente flojos y pese a verlos “activos con su celular en mano” nunca tienen ganas de hacer nada.
Pareciera que los hijos de hoy en día al crecer y al formarse, ya no se vuelven seres sociales de adultos. Al crecer, ya son sujetos responsables, al crecer, los hijos pareciera transformarse en un “Dispositivo Móvil” que, si le quitan el internet, no sirve para nada.
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Y en esta nueva formación de generaciones actuales, creo que hay 2 factores que están marcando la nueva tendencia de educación. Sé que puede haber más responsables, pero, en humilde opinión el verdadero centro de este cambio recae en los Padres y la Tecnología.
Los padres especiales de ahora.
Educan a sus hijos ¡con un miedo! Que hasta pena ajena provocan. Y claro, para evitar conflictos con el capullo, los padres tratan al fruto de ese amor con la idea de que ellos son especiales. Se merecen lo mejor, no tienen porqué soportar cosas que no les gusten, ni vivir lo que sus padres pasaron de niños, pero, sobre todo, se van desarrollando y los van formando con la idea que “pueden tener todo lo que quieran” como si lo merecieran por derecho divino.
Con el mantra de que sus hijos no van a pasar por lo que los padres sufrieron… Los padres entran en una carrera casi, casi enfermiza para darle lo mejor al capullo. Las mejores escuelas no porque las merezcan, sino, porque los padres se las pueden pagar, la mejor marca, no porque el niño sepa de marcas, sino porque los padres saben lo que cuesta, los mejores lugares para ir a comer, no porque el niño sepa de restaurantes o comida, sino porque el niño por derecho universal, merece lo mejor y aunque, burdo parezcan mis ejemplos, esto se va polarizando hasta llegar a las mejores calificaciones, no porque el hijo las merezca o las ganara, sino porque los padres van y arman un escándalo.
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Los padres les exigen puntos por todo en sus escuelas, les exigen reconocimientos por participar, les exigen ser nombrados los mejores en lo que sea que hagan y todo esto es obtenido porque los maestros de hoy en día, lo último que quieren es enfrentar a los padres o lo más común, perder su empleo porque los padres de familia se quejan mucho del docente. ¿Y todo por qué? Porque a los ojos de los padres de familia, sus hijos se merecen todo.
Ahora, junten todo ese grupo “de gente especial” y pónganla en el mundo. Pónganla a trabajar. Pongan a ese grupo de “especiales” a resolver los grandes retos que hoy en día las sociedades y las culturas de todo el mundo afrontan.
La tecnología.
Con la tecnología se acortaron las distancias, pero se ha creado un enorme vacío en las comunicaciones personales. Falta ir a algún restaurante y ver, como todo el mundo tiene la mirada baja, perdida en un celular y es tan importante ya, que Don Celular, tiene que estar también sobre la mesa. Porque no, no puede estar guardado ni oculto.
Se es bueno mostrando a la gente lo increíble que es vivir, compartiendo fotos diariamente de hasta lo que se lleva uno a la boca, pero, se sienta uno a platicar con alguno de esos jóvenes integrantes y no se puede hablar de nada. No hay nada que uno les pueda preguntar que la respuesta sea: No sé, lo voy a buscar en internet.
Y qué bueno que tienen toda esa tecnología detrás, si no, las cosas estarían peor.
Andan por las redes sociales, mostrándose seguros, competentes, llenos de autoestima, pero falta sentarse frente a ellos diez minutos para descubrir que se tienen toda una generación creciendo con baja autoestima, una generación creciendo con falsos ídolos, una que vive únicamente de imágenes perfectas y que tiene tan falta de criterio y de análisis, que esta generación cree que todo eso es cierto. Que únicamente porque lo sueñan, lo pueden tener.
Por último, agregaría que, si ya se sabe que el uso excesivo de los dispositivos móviles produce dopamina, la misma que aparece cuando se fuma, cuando se bebe, cuando se apuesta y que esa constante exposición crea adicción, por qué hasta ahora, no se ha regulado el uso “en bien de la juventud”, ¿por qué no se les ha educado?
La sociedad y sus elementos especiales.
Los logros están tan devaluados que los resultados como sociedad los estamos pagando todos. Si los hijos vienen de recibir medallas por tan solo participar, no se esperen que esos mismos elementos tengan la paciencia, la perseverancia y sobre todo la resistencia a la presión de las dificultades laborales de hoy en día. Y los resultados se ven día a día en la sociedad.
En un instante esos “especiales” se dan cuenta de su realidad, se dan cuenta de su valor y ¿Qué pasa? Mamá irá a hacer su trabajo en la oficina, ella hablará para decir que no irá a trabajar. Papá moverá sus influencias para cambiarlo de oficina, de departamento, moverlo porque “esa no es su área” y una vez más, ese ser especial que ganaba medallas en todo y que solamente obtenía 9 y 10 en su escuela, sin sus padres no sirven ¡para nada!
Y regresamos a como era antes, vamos con los padres. Individuos de otra generación, de otra formación y de otra educación, son los que una vez más, como lo mencione al principio, serán los que deban aumentar sus años laborales, mantenerse en la Industria Privada y seguir laborando, afirmándose una vez más, que “nada es tan bueno, como era antes”
La pieza que hace falta.
Hoy en día es muy cierto, los hijos tienen mayores libertades y un mejor trato que como era antes, eso no se duda. Antes, a uno le compraban ropa, le daban de comer y le llevaban de vacaciones sin preguntarnos si queríamos o no. Sin preguntarnos qué queríamos. No teníamos ni voz ni voto.
Actualmente, las madres de familia se llenan el orgullo diciendo: “es que yo siempre le pregunto, es que yo siempre, primero hablo con él, es que es tan inteligente y se da cuenta de cosas que ni yo veo, que antes de cualquier cosa, la hablo con él y decidimos juntos…”
Pero en los hijos no se vive una democracia, en las casas no se votó para ver quién era el responsable. El niño de 12, 13 años no tiene experiencia en nada. No sabe de las presiones fuera de la casa ni de las responsabilidades que se deben acatar. Uno como padre, les da lo que uno sabe (por la propia experiencia y por los años sobreviviendo en este juego que se llama vida) van a necesitar. Les da las opciones que deben tomar, no las que ellos quieren, sino las que deben. Uno les enseña no lo que les apasiona, sino lo que les servirá. Uno como padre no es un compañero de juego, es quién les dirige y les explica las reglas.
Sí, se puede ser amigo de los hijos, qué mayor felicidad, pero nunca, ser de su equipo. En la casa les guste o no, se les enseña y se les dice, lo que el mundo les va a estampar en la cara y por muy duro que esto suene, si en la casa no se hace, tan solo piensen cuando “el especial” vaya solo por el mundo, ¿Qué va a hacer?
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Y les reitero, los padres ya no tienen por qué jugar en el equipo de Los Especiales FC. Uno como padre ya hizo y ya vivió lo que uno se fue forjando. Ya no se le puede enseñar lo mismo porque lo que ellos van a vivir, el mundo que ellos van a enfrentar y las situaciones que ellos se han creado ya no son para nada, las que eran antes.
Muy educadamente les dejo una pregunta: Su dispositivo móvil al que llaman hijo, ¿Qué sabe hacer sin usted?
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