La nueva etiqueta social te pide aparentar, te pide pretender, te exige ser una ficha más de ese cuadro irreverente surrealista donde todo brilla, donde todo pareciera oro, donde nada puede salir mal y donde todo es la culminación de una lucha que culmina obviamente, con la victoria.
Por: Diego Figueroa | @oreugiFDiego
Poco a poco la sociedad va tirando las mentiras que, ante los hechos reales, el peso y valor verdadero de las cosas, salen a la luz. Por ejemplo, antiguamente, uno sabía que cierta persona era un tacaño, que fulanito era un mentiroso, que perenganito siempre andaba de lambiscón y así, tanto en el trabajo como en la escuela uno sabía bien quién era cada quién, no había “filtros”.
La sociedad estaba compuesta por un cúmulo de personalidades bien marcadas, se podía investigar por simple observación el tipo de personas con las que uno compartía espacio, para bien y para mal. Aclarando desde un inicio que en esta vida nadie es perfecto, que en esta vida todos tenemos lecciones personales por aprender durante el trayecto de vivir; aclaro firmemente que no existe una personalidad, una conducta o un modelo perfecto a seguir.
Es prácticamente imposible, todos tenemos puntos buenos y también, cosas malas. Encontrar el balance entre ambas y hacer crecer una de esas partes, pareciera ser la misión personal en esta vida, pero, antiguamente uno sabía bien a quién se tenía enfrente.
La etiqueta de las personas.
Cuando niño, quién no recuerda nuestras madres (casi la mayor parte del tiempo) diciendo “no te vayas a juntar con X porque es…” o en los trabajos, al llegar los primeros días a la oficina, escuchar que el compañero del cubículo 3 es un… para que acto seguido, pasando cierto tiempo, en efecto, eso que se nos advirtió como profecía evangélica, se cumplía y por supuesto, uno sabía hasta dónde compartir con esa persona.
Pero, como estamos discutiendo el tema, también, en ocasiones uno se llevaba la sorpresa que, al tratar a la persona, al convivir con ella ya sea por trabajo o por proyectos escolares, uno descubría que esa persona no era como nos la habían pintado, si me permiten la expresión. También, esta situación era recurrente y entonces, creaba una espiral en donde cabía la idea que entonces, aquellas personas de las que se nos había dicho “nos cuidáramos” entraba ahora la posibilidad de no ser lo que pensábamos.
En ambas situaciones, tanto escolares como laborales, se tenía un supuesto, se tenía una advertencia, se tenía una imagen y ya era nuestra labor o propio riesgo el ir o continuar en esa búsqueda de la personalidad o de la realidad de la persona. Hasta este punto, estimado lector, pensará, – sí, así es, así siempre ha sido, ¿Qué de nuevo hay en esto? – y este es el principal punto de esta entrega, que lo que para muchos era normal y hasta indiferente, ahora, en estas fechas, con estos nuevos jóvenes, este acto de – etiquetar a las personas – es actualmente un sinónimo de intolerancia, de superioridad, de intransigencia, de invasión a las creencias personales y como tal, es una práctica que entre las nuevas generaciones se repudia.
Hablar del acto, mencionar la etiqueta o suponer algo de alguna persona, hoy en día se siente como un ataque agresivo-pasivo a la estabilidad emocional de la persona a la que se le está escudriñando y a la persona con la que se está compartiendo la idea (aclarando que debe ser más joven, sino, será un acto común sin importancia) porque de alguna manera, que yo lamentablemente tampoco logro entender, la persona que escucha, también se sentirá ofendida, también se sentirá atacada y en lugar de tomar la advertencia o la pregunta, pasara a una etapa de rechazo o de negación, aferrándose al hecho incorrecto y soez de etiquetar a las personas.
El miedo a la crítica.
Las nuevas generaciones y sus famosas redes sociales a título personal, tienen un gran problema que irónicamente está visto y puesto frente a los ojos de todo el mundo, pero no se ve ni se habla a fondo con ellos y esto que les expongo es, como ya lo dije, a título personal.
Actualmente la juventud, se compara con – ideales – pero no con los ideales con los que aquellos de la vieja escuela nos gustaba aspirar a ser. Actualmente los jóvenes, añoran, aspirar y sueñan ser, como todo lo que ven en sus redes sociales, pero en ese soñar, no agregan a la ecuación que todo lo que ven ahí en la pantalla – es falso –
Lo que ellos no ven al estar viendo (y no quisiera sonar como el mimo de oro mexicano) es exactamente ese filtro de colores que llevan las fotos, es saber que de mil fotos que se tomaron, se escogió solo una. Que la panorámica que se ve espontánea y casual es precisamente todo lo contrario. Son horas de estar caminando, buscando el ángulo perfecto, son horas de estar “posando” para que se vea normal, son etapas de un proceso planeadas, pensadas y trabajadas durante horas.
Por ejemplo, cuanta gente no se veía en los restaurantes moviendo sus platos, acomodando los ingredientes de la comida, agregándole más cosas al platillo, ubicando los cubiertos en cierta forma para que se viera mejor, acercando o alejando el objeto de la luz o contra cámara. Cuantas personas no hemos visto perdiendo más de 10min en tomarle la foto a su comida para, inmediatamente mostrar “lo perfecto” que es su platillo. Lo hermoso que le dieron su plato, lo afortunado por tener un platillo tan estéticamente arreglado…
¿Lo ven?
¿Ustedes lo han visto? Todo lo que está en la red es falso. Es trabajado, es maquillado, es arreglado para precisamente verse perfecto, pero irónicamente ser espontaneo. Es un vil engaño tal campaña de marketing publicitario o peor aún, de movimiento político.
Las nuevas generaciones, ahora están luchando por alcanzar un ideal que está sustentando en la irrealidad de la perfección. De la vida perfecta donde todo se ve bien, donde todo brilla, donde todas las personas son felices, donde todas las personas salen riendo, saltando, gozando y donde todo lo que se comparte es única y exclusivamente felicidad.
Y lo que se está compartiendo es la mentira. Lo que se está esparciendo es la falsedad, es la hipocresía es la falta de sentido y de personalidad que se quiere llenar con más luz, con un mejor fondo, con un cuadro perfecto o con una hermosa sonrisa que tape, precisamente todo lo que se tiene y se lleva adentro.
Pero la vida no es perfecta.
La vida no es pura risa, la vida no es agarrarse de la mano y saltar, no es un espacio tranquilo ni pacifico. La vida es una jungla, la vida está llena de riesgos, la vida es un lugar en donde uno tiene que buscarse la forma de salir adelante y eso, en las redes sociales no se ve ni se muestra.
La vida es el lugar más duro y complicado para estar, pero es el único lugar en donde uno como individuo puede aprender a ser y a desarrollarse. A estas nuevas generaciones les enloquece usar el termino resiliente en todo lo que comparten, es quizá su llamado de guerra, lo que ellos pareciesen no terminan de comprender es que para que la resiliencia se dé, el organismo debe estar expuesto a condiciones mayores a su composición que le obliguen, precisamente a resistir, a hacerse duro y sobre todo a irse adaptando a nuevas condiciones.
Y aquí, caemos en cuenta que cuando se dice “lo obliguen a resistir” usted cree que, que las nuevas generaciones se van a parar todos los días durante al menos 3 años de su vida a las 4:30am de la mañana para salir y tomar el transporte público e ir a trabajar y estar puntual a las 6:45am. Ustedes creen que los niños de hoy podrán hacer eso, cuando los mismos padres de familia están pugnando por eliminar la clase de las 7 de la mañana porque se les hace un acto y una práctica de inconciencia social…
La nueva etiqueta social.
Significa posar, significa mostrarse como quien no se es, significa hacerle ver a los demás o al prójimo que se tiene, que se tienen de lo mejor y que, sobre todo, nunca se sufre ni mucho menos se pasan por malos ratos. No, sufrir no está bien, sufrir es de gente que no es cool.
La nueva etiqueta social te pide aparentar, te pide pretender, te exige ser una ficha más de ese cuadro irreverente surrealista donde todo brilla, donde todo pareciera oro, donde nada puede salir mal y donde todo es la culminación de una lucha que culmina obviamente, con la victoria.
Lo malo, es que es gente que en secreto se queja por no ser aceptada, son individuos solitarios que les da miedo compartir porque claro, comparado con todo ese derroche de adquisición y presunción, pues salir a comer unos tacos, no va, no está bien, no es normal, no es… nice.
La malo, es que la gente se aísla de su propia identidad, se autoflagela por querer sentir lo que ellos en verdad sienten en su interior y claro, les es imposible encontrar pareja. En el terreno sentimental siempre les va mal y siempre terminan peor, porque se muestran como un cóndor, cuando en verdad son ruiseñores. Se miente para el cortejo y entre la naturaleza no hay mezcla de especies.
A un pez no se le puede juzgar o clasificar por su forma de trepar árboles. Es lo que dicen, es lo que venden, es lo que recomiendan, pero ¿Qué se hace cuando el pez, en sus redes sociales se auto vende como mono? Qué se hace, cuándo el pez, esta triste, solito y llorando, porque ninguna monita le hace caso ni quiere salir con él, porque – hay algo raro en él – ¿Qué se le dice, cómo se le apoya?
Uno debe ser fiel primero que nadie con uno mismo, uno debe ser coherente con su realidad, con sus posibilidades y de ahí, partir hacia adelante. Será fácil, no. Será sencillo, no. Será de la noche a la mañana…no. Pero al final del día uno estará y terminará rodeado de gente que le aceptará como uno es en verdad. Gente que tiene la misma convicción por las cosas, grupos que fomentan el mismo coraje de decirse ser hasta amigos, que por irónico que suene, lo acepten como uno es.
El gran error de las nuevas generaciones es crearse un perfil donde aparentan ser quienes no son y uno podrá decir “déjalos, a ti que te quita, no son tus hijos, ni tus nietos” no, no lo son, pero la suma de todos esos sujetos perdidos e hipócritas son los que poco a poco van formando una sociedad vacía, intolerante, frustrada, acomplejada y sobre todo pobre en sentido de verdad.
Quizá porque ya soy un viejo y nada me parece, pero siento que algo aquí está muy mal.
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