Por: Diego Figueroa / @oreugiFDiego
Por irónico que parezca, por inmenso que sea crea y por acertado que se piense, sonaría imposible ser único en este mundo habiendo miles de millones de seres humanos. Genéticamente, quizá, pero, emocionalmente, falta pronunciar o redactar algo, en cualquier plataforma social para que alguien lo asimile como afrenta y entonces, esa persona a miles de kilómetros de distancia de uno, “se sienta ofendido”.
Cualquiera se va a ofender, es más, ya todo el mundo se ofendió.
La lucha empezó al promover los derechos personales.
Sí, todo el mundo se sumó a esa corriente, pero, muy pocos – enlazaron o lucharon por unos derechos con obligaciones – porque, así como se exige, también se debe contribuir.
Y la forma de contribuir actualmente es aportando. No me refiero sólo en lo económico, sino en lo intelectual y sobre todo en lo personal. Si uno va a hablar es porque tiene conocimiento de causa, si uno va a exponer, es porque maneja la materia, si uno va a confrontar, es porque ha analizado y estudiado las partes a enfrentar.
Los de la vieja escuela sabíamos bien, que, si uno hablaba, era (y anticipo una disculpa a quien se sienta ofendido por tan folclórica referencia) “porque teníamos los pelos en la mano” y con conocimiento de causa, sabedores de los hechos y reconociendo los derechos, nos podíamos promulgar a favor o en contra. No se nos dejaba – hablar por hablar – pero quizá, esos eran otros tiempos.
Cada día, pareciera más común que sin conocer en verdad a los sujetos, sin estar pendientes de su presente, desconociendo por completo su realidad, su contexto y hasta su ubicación geográfica actual, lo que uno o varios escriben – en general – resulta ser un dardo envenenado directo específicamente a esa persona en especial. Tal cual misil teledirigido, en fecha, día y hora, uno se levanta para ofender cada mañana.
Sin conocimiento de causa, no se podía argumentar.
Ahora, antes de emitir cualquier juicio, se debe pensar en el estado sentimental de todos. Pareciera que hoy más que nunca, se debe analizar y evaluar el estado emocional del mundo antes de poder externar las palabras – sí o no – porque si uno está a favor, muchos se ofenderán, sintiéndose traicionados al más alto rigor, pero, si uno no está con ellos, la ofensa es aún mayor.
Bajo esa simple premisa, yo inquiero, ¿dónde se sitúa la importancia y la individualidad de las minorías y su derecho a existir? Si en algún momento, su pensar o su actuar, no es el de la gran mayoría, no se supone que se nos debiera proteger, que se nos debiese – aceptar por ser diferentes – y no tratar de convencer, manipular, amenazar o linchar mediáticamente por no pensar ni sentir como la mayoría pareciera que lo hiciese.
Nadie quiere un flan en su vida. La vieja guardia sabe, que, ante las situaciones de mayor brete, lo que las sociedades necesitan son personajes con verdaderas convicciones y no gelatinas sociales que se sumen a la tendencia de la mayoría “por evitar conflictos emocionales” lo vuelvo a mencionar y lo repito. La crítica no es de formas, sino de fondo.
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Lamentablemente, si cualquiera se aventura a investigar un poco (aunque suene irónico) la razón de la molestia colectiva e identificar las causas principales del desagrado, tristemente encontraremos que las mayores críticas a dichos postulados están sustentadas generalmente en emociones. Completamente en lo que sienten. Haciendo de lado arbitrariamente lo que se genera como resultado de un juicio crítico de lógica y razón, para sencillamente usar postulados personales.
Y si aún hay por ahí uno que otro miembro de la vieja guardia leyendo, identificará lo expuesto como “acarreados sociales bajo el partido emocional del poder” al presentar las mismas formas y hasta discursos de la gente que coordinaba el movimiento en masa sin sentido de un lugar a otro para atiborrar los foros públicos políticos de aquel México de los años ochentas.
El perdón público por ser quien se es.
Como siempre en mi espacio, esta crítica es de fondo y no de formas.
Pero, se debe ser muy cauto al tomar partido, se debe cuestionar antes de levantar la voz y apuntar, sin el mero objetivo de evidenciar y ofender a la persona, sujeto o pensar. Que las personas se congreguen, organicen y comulguen para defender el sentido de unos pocos, me parece uno de los mejores actos que se puedan observar, pero, qué pasa, si en esta sociedad dinámica, existe un pequeño grupo de personas que:
- Ven la vida sin un filtro.
- Prefieren la cruda realidad, enseñando a ser objetivos en lugar de seguir soñando.
- Dicen lo que ven, basado en lo que piensan y sustentando sobre todo en lo estudiado.
¿Qué pasa con esa minoría que prefiere apuntar a lo que todo el mundo voltea la mirada?, así como ¿qué le pasa a ese grupo selecto que cuestiona, donde todo el mundo da por otorgado?, y ¿qué pasa con aquellos que no son tolerantes ante la incoherencia?
De una forma más vulgar: ¿Qué pasa con las personas que dicen lo que piensan y no lo que la mayoría quiere escuchar?
La gente se va a ofender y entre los miles de millones de personas, habrá más de uno que se sienta agredido y entonces, ahí, la solución más pacífica es – decir lo que todo el mundo dice o pedir perdón por lo que uno siente – y entonces, aceptar la culpa tácita de quien no la dice pero que el mundo en su mayoría otorga.
Volviendo al ejemplo de la importancia de ser emocionalmente esa gelatina inarticulada.
El peligro de ser uno mismo.
El pensar en tener valor, carácter y convicción ante lo que uno sabe, fundamentado en la comprobación de varios hechos a lo largo del tiempo, del estudio de varias ciencias o materias y el constante ejercicio de ampliar nuestro criterio ante hechos comprobables y estudiados, brinda a muy pocos la facultad de hablar con certeza.
Pero ante esa actitud o personalidad, la gente denuesta y etiqueta ese proceder en ciertos individuos bajo la mala descripción de “prepotente intransigente”. Se necesita saber vivir tras un entramado de conocimiento que resista más allá de los cuestionamientos científicos, las injurias personales y morales.
Se enfundan en el derecho de discriminar a unos (que son los pocos) para defender a los otros, que son la mayoría. Porque ahí, los actos de unos aplastan los derechos de los pocos. ¿Pues no que esos actos se habían abolido ya?
Entonces, esta nueva sociedad que fomenta sus ciudadanos gelatina, está sustentada en un egoísmo falto de conocimiento, bajo la bandera de una falsa armonía y la expresión de libertad. Y por donde le quieran analizar, una sociedad individualista e irracional. Que promueve lo que castiga, que quita lo que ofrece, que sataniza lo que idealiza y que fomenta lo que adolece.
Las consecuencias de vivir asediados por la libertad.
Siempre he actuado como un ser civil, cortés y con valores. Mis valores, aunque a muchos les ofendan, pero, no por esas mismas razones dejo de considerar los derechos, costumbres y valores de las personas que me rodean. Por eso se vive en sociedad, así se fomenta la armonía. Porque en los grupos sociales se acuerdan actuares que a sus propios miembros favorecen, pero, pareciera que ahora, en el uso de las redes sociales, antes de manifestar mis propias necesidades, debo considerar por encima de las mías, las prioridades de los demás y vivir buscando la satisfacción de los otros… discúlpenme jóvenes, pero:
¿eso no era por lo que se luchaba al abolir la esclavitud?
Y sino, saben de lo que hablo, pues… es un indicador de la falta de lectura o quizá de criterio. Tal vez de la falta de estudio o de análisis. O quizá, simplemente de la falta de tolerancia.
Al provenir de otra generación, he relacionado una ley conocida como “usos y costumbres” de algunas comunidades en México, al comportamiento que debo seguir en el uso de las Redes Sociales. Pero fuera de ese espacio digital, no podría permitirme el comportarme como un flan al poner un pie físicamente fuera de mi casa.
Se que el cambio molesta, que muchos dirán: “ese viejo qué va a saber”.
Es que Sr, la vida ya no es como era antes y la tan bonita letanía – es que ya no es como en sus tiempos – son cosas con las que uno debe aprender a digerir su desayuno, pero precisamente, ¿cómo se quiere avanzar sino se aprende y simplemente, se pretende Tolerar?
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