Por: Mtra. Yuvani Hernández Enríquez | @YuvaniHernández
Los niños son esponjas, absorben todo lo que ven, oyen y viven en su día a día. La educación, no es el acto aislado que se vive en un salón de clases, es una actividad permanente que el niño recibe en casa y en todos aquellos lugares donde convive y socializa.
Siempre estamos educando, al actuar, al hablar con el conjunto de gestos y manifestaciones no verbales transmitimos información que se almacena en la mente del niño. Nuestra forma de actuar tiene mucha más influencia en nuestros hijos y alumnos que los propios consejos que podamos verbalizar, convirtiendo así al ejemplo en la mejor herramienta para formar niños felices capaces de responder asertivamente a las situaciones cotidianas de la vida.
Si existen conductas autoritarias, agresivas, de abuso en casa, estas se llevaran a la escuela y se repetirán con los pares del menor, convirtiendo los espacios escolares en zonas de conflicto.
Padres de familia y educadores deben ser coherentes y congruentes entre lo que se habla con lo que se ejecuta, pedirle a un niño que respete a sus semejantes cuando en la practica somos intolerantes, deshonestos, poco empáticos resulta poco trascendente.
Lo que el niño ve en casa no quedara ahí, las conductas violentas que pueda vivir de manera verbal o física se van a trasladar a los espacios educativos y al ser las escuelas zonas de convivencia multicultural se convierten en problemas de conducta que afectan a otros miembros de la comunidad.
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La violencia en el ámbito escolar es una realidad que deniega cada día a millones de niños y jóvenes el derecho humano fundamental de la educación, resulta de vital importancia atacar este mal desde la escuela para crear ambientes de aprendizaje. Muchos niños y jóvenes abandonan la escuela por situaciones de acoso o cualquier otro tipo de violencia que los desmotiva y atemoriza obligándolos a desertar.
Los problemas de intolerancia, discriminación, agresión o abuso, las distintas violencias que se viven en las familias se llevan a las aulas, las escuela se convierten en receptoras de estas conductas y en la convivencia diaria en la interacción con otros niños también se vuelve reproductora de estos problemas que inevitablemente trascienden los muros de los planteles y trastocan la vida cotidiana de las aulas, de los patios y de la comunidad escolar.
La escuela debe ser un espacio seguro, que permita a la comunidad una educación de calidad en donde no solo se aborden contenidos curriculares académicos sino que promueva y fomente la creación de sociedades justas y tolerantes, tal como se plantea en textos de SEP, se debe reconocer que “la educación tiene la finalidad de contribuir a desarrollar las facultades y el potencial de todas las personas, en lo cognitivo, físico, social y afectivo, en condiciones de igualdad; para que estas, a su vez, se realicen plenamente y participen activa, creativa y responsablemente en las tareas que nos conciernen como sociedad”.
Para enfrentar los distintos tipos de violencia que pueden presentarse en las escuelas, es tarea de los adultos dar cauce a la conflictividad dentro de los marcos institucionales y enseñar a resolver los problemas de manera pacífica desde un enfoque humanista, ético y solidario.
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La participación de la comunidad escolar es fundamental para disminuir las conductas violentas en la escuela y con ello trascender a las paredes del hogar. La creación de espacios de expresión, diálogo y apertura, la participación responsable, la educación para la resolución no violenta de conflictos, las prácticas igualitarias y equitativas, las redes de apoyo externas, entre otros, contribuyen a crear ambientes cálidos, seguros y estimulantes para el alumnado.
No se puede permitir que la violencia en las escuelas siga manifestándose, los adultos son responsables de la formación integral y armónica de los niños, es necesario entender que la convivencia va más allá de la coexistencia pacífica entre las personas; implica una dinámica social basada en relaciones de confianza y cooperación, donde la escuela sea un espacio en el que cada persona de la comunidad escolar se sienta bienvenido y seguro.
La escuela no solo trabaja en la formación de los estudiantes, tiene la responsabilidad de crear redes de apoyo y aprendizaje con los padres de familia. Se debe hacer conciencia de que enseñar con el ejemplo a respetar, dialogar, cumplir los acuerdos y tratar a todos por igual es mas efectivo en la construcción de sociedades solidarias. Los docentes por su parte deben contribuir a generar en los alumnos una conciencia de sí mismo que permita la autorregulación, fomentar la empatía, la conciencia del otro y una comunicación efectiva.
Trabajando en conjunto se puede atacar la violencia en las escuelas que permitan una convivencia sana, pacífica y segura que garantice a todos el derecho a la educación.
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