Arte y ReligiónCapilla Sixtina (1508-1512), por Miguel Ángel.
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Portada: Capilla Sixtina (1508-1512), por Miguel Ángel.

 

Por: Alejandro Teutli.

 

Centrémonos en Occidente, de ahí partimos. Desde que Constantino decretó, a través del Edicto de Milán (S. IV) el libre culto religioso y, posteriormente, Teodosio en el año 380 d. C. a través del Edicto de Tesalónica, oficializa el cristianismo como la religión del Imperio Romano, el arte acompaña al nuevo culto, que está demás decir, sigue gozando de gran popularidad hoy en día (a pesar de estar perdiendo adeptos en algunos lados y ganando muy pocos en otros).

 

Como es sabido, los primeros cristianos tomaron las basílicas romanas para propagar su culto religioso, pero, poco después, se encargaron de generar una de las empresas más bastas que el mundo haya visto respecto a la producción artística. Primero, en la arquitectura, que, a través de las nuevas basílicas, inspiradas en sus antecesoras romanas, que poco a poco van ganando en esplendor, hasta llegar a concebir las majestuosas catedrales góticas, las cuales, según Fulcanellin nos dice en su obra El misterio de las catedrales, esconden enigmas y secretos por demás intrigantes.

 

Desde luego, la escultura y la pintura, siempre supeditadas a la arquitectura. Desde los tímpanos en las fachadas de estas sobrecogedoras estructuras, pasando por los nichos, los altares, los muros, en donde eran pintados los primeros grandes símbolos cristianos, como el Pantocrátor (La representación del Todopoderoso), el Tetramorfos (Los cuatro evangelistas), La adoración de los magos, etcétera. En fin, que es amplísimo el panorama de la producción artística a lo largo de mil años. Y dicha producción, no solo cumplía una función estética puramente ornamental, no, sino que, por encima de todo, tenía una función didáctica que se transforma en algo que camina hasta llegar al adoctrinamiento.

Dicha función adoctrinante de la imagen era imprescindible en una Europa donde casi nadie tenía acceso al conocimiento de los libros, que eran escasos (recordemos que la imprenta aún no era una realidad) y estaban en manos de unos cuantos; en su mayoría en los estantes de la propia iglesia. Así que el arte tenía un lugar primordial, aunque no así los artistas, que eran anónimos, en la mayoría de los casos, debido a que no podían vanagloriarse en lo personal como se hacía en la antigua Grecia o aún en Roma; al único que había que vanagloriar, por encima del reconocimiento personal, era a Dios. Pocos casos de autores se conocen de este largo periodo de la historia; solo por mencionar alguno, me viene a la mente el nombre de Andrei Rublev, pintor de iconos rusos, al que el gran cineasta Andrei Tarkovsky, también de origen ruso, dedica un largometraje.

 


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Ya en el Renacimiento pasan algunas cosas que marcan la diferencia respecto de la Edad Media. Primero, la escultura y la pintura ganan autonomía deslindándose del sometimiento absoluto a la arquitectura. En segundo lugar, se siguen haciendo encargos por parte de la Iglesia sobre temas específicos , pero se le da al artista libertad creativa para generar propuestas personales, lo que conlleva, como es de suponerse, a que resurja la figura del autor, a quien se le admira y se le reconoce a tal grado de considerar a algunos artistas como tocados por el dedo de Dios; pienso en el extraordinario y metódico Miguel Ángel, que era conocido como “El Divino” y quien legó al mundo una de las cumbres del arte universal con la majestuosa La Capilla Sixtina.

La relación en el Renacimento entre la religión y el arte se solidificó y tomó rumbos insospechados. Los artistas se equiparaban a príncipes, claro, no todos, pero sí los más destacados, que provocaban una admiración que llegaba a despertar pasiones que rayaban en lo paroxísmico.

 

Así, durante los siglos XV, XVI y XVII hubo una especie de “Era dorada” entre la iglesia (seguimos sin cambiar el contexto occidental) y el gran ARTE, así, con mayúsculas.

 

Aunado a esto, el arte también se va a vincular con otros sectores del poder, como la aristocracia y los grandes capitales provenientes de la actividad comercial y financiera. Y a partir de la segunda mitad del siglo XVIII el arte, en su mayoría, se va a desvincular de la institución religiosa para volcarse a las ideologías políticas que propondrán un nuevo paradigma de poder.

¿Qué pasa entonces con la relación del arte y la religión? Evidentemente el tiempo en el territorio conocido como La Nueva España, transcurre de manera distinta y, desde finales del siglo XV y hasta entrado el siglo XIX el arte, en su mayoría, está dictado por el poder religioso y sus intereses de difusión de la doctrina entre los pobladores aborígenes del territorio en vías de colonización.

 

En pleno siglo XIX y sobre todo en el siglo XX la ruptura entre el arte y la religión parece irreparable; claro, salvando grandiosas excepciones como la Capilla del Rosario decorada por Matisse, o Las Puertas del Infierno de Rodin, o la cumbre del arquitecto catalán Antoni Gaudí, con su imponente catedral de La Sagrada Familia, entre algunos otros.

 

En el presente, la relación entre la religión y el arte tendría que ir más allá de lo didáctico que apunte a la doctrina, porque sencillamente no tiene ya sentido después de una campaña que ha sido exitosa por casi mil setecientos años. Esta relación se antoja, hoy día, de carácter estético. Pienso en tantas iglesias que en estos tiempos aún se erigen y que no despiertan la admiración de nadie; y no se diga si se llega a entrar a esos cascarones desabridos que podrían compararse con la experiencia de estar frente o dentro de un Oxxo. Hoy todavía asoma la esperanza cuando el escultor mexicano Javier Marín se encarga de elaborar el Retablo mayor de la Catedral de Zacatecas. Pero desgraciadamente los casos así son aislados y poco frecuentes. Veremos si en lo venidero la relación ente arte y religión (por lo menos a un nivel institucional) resurge o termina por desvanecerse de manera irremediable.

 

Arte y Religión
Capilla del Rosario (1950-1951), por Matisse

 

 


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3 comentarios en «Arte y religión»

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