Por: Diego Figueroa | @oreugiFDiego
El Algoritmo. Hasta hace unos años, los humanos y pudiera decirse que la Sociedad habían ido diseñando la tecnología. La Sociedad había sabido bien ir diseñando las formas de producción y de satisfacción ante sus necesidades. La misma Sociedad identificaba esas necesidades primarias y de ahí, le encargaba a unos cuantos el Diseñar bajo cualquier medio una herramienta, un programa, un utensilio, una herramienta, lo que fuera, para irnos resolviendo las problemáticas que en la vida se iban encontrando.
La Sociedad diseñó mil y un funciones, mil un trabajos, mil y un paradigmas, mil y un necesidades, mil y un objetivos y con ellos, también, poco a poco fueron apareciendo nuevos conflictos. Nuevos problemas, nuevas expectativas, nuevos ideales, nuevas ambiciones y claro, nuevos abusos, nuevos trastornos, nuevos dilemas.
Antiguamente, el algoritmo era sencillo: Estudiar a conciencia. Trabajar de lo que se había estudiado. Resistir presiones, trabajos extras y situaciones más allá de lo normal para obtener una estabilidad laboral. El Algoritmo como resultado daba contratos de trabajo, un sueldo, prestaciones y poco a poco, la escalera al punto más alto de la empresa comenzaba a vislumbrarse.
Antiguamente, el algoritmo era benévolo: Uno tenía un ingreso estable, tenía ya la seguridad de no perder de la noche a la mañana el trabajo y de ahí, la oportunidad de pensar ya en una casa; pero antes de… encontrar una pareja. Uno como hombre, primero tenía que buscarse qué ofrecer y ya de ahí, ser atento, ser detallista, encontrar gustos afines y sobre todo, valores familiares que se compartieran.
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Antiguamente, el algoritmo era simple: Ya con trabajo, casa y familia, si se quería algo más, simplemente era organizarse, tener un plan como familia, ahorrar, mantener la tolerancia al interior y paciencia, mucha paciencia hasta que el objetivo se lograra. Peleas había miles, malos ratos, bastantes, discursos horribles y regaños peores… ¡Claro! Todo eso estaba presente, todos esos momentos eran parte del vivir en familia. Costaba y costaba mucho, pero a la larga, las cosas se hacían y se obtenían.
El Algoritmo era simple: Vivir. Sabiendo qué se quería y con quién se quería luchar para obtenerlo.
El Diseño de esta Nueva Vida.
Las diferencias sociales siempre han existido y conforme pasa el tiempo, sé que nunca dejarán de existir. Aún recuerdo con alegría y hasta emoción, cuando de niños nos llevaban a comprar carbón y bultos de combustible para podernos bañar con agua caliente. Para no pagar “extra”, el dueño del lugar dejaba que mi padre y mis hermanos entráramos a la bodega a “apalear carbón” para llevar a casa.
Recuerdo que, con mis hermanos, luchábamos para ver quién era el primero en conquistar la cima. “Bolinas dijo Popochas” y a correr para llegar a la punta de las montañas de carbón. Nada más agridulce que ir a la cabeza y después, desplomarse de espalda cayendo en pedazos duros de carbón, como si fueran lanzas o morteros. Los golpes eran múltiples e imparables mientras se llegaba al suelo. Al terminar de llenar los 10 costales de carbón más los 5 de combustible, regresábamos a la casa. Llenos de hollín, hasta detrás de las rodillas… nos íbamos caminando porque no había para transporte y además, todos sucios, nadie nos levantaba.
La recompensa: ¡Pos claro! Poder bañarnos con agua caliente. Lógicamente después de ir nosotros por el carbón y el combustible, no había mayor satisfacción. En ocasiones, con cartón de huevo y lazos de henequén, los más grandes confeccionaban una pelota y en las tardes, nos la pasábamos jugando fútbol. Toda la palomilla se reunía haciendo equipo: el cuasimodo, el pata de águila, el manita, el virolo, el todas mías, el carnitas, el peste, el chupón. Todos se llamaban por mote y todos lo defendían con orgullo, nadie se sentía mal ni nadie se ofendía. Jugábamos hasta que caía el sol, nunca más tarde, nunca en lo oscuro, porque en las noches, solo estaban los maloras y nosotros, éramos todo, menos de esos.
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Y comparto esto, porque entre todos aquellos niños del barrio, las expectativas y los ideales eran los mismos: estudiar y de ahí, conseguir un trabajo. Fe y estudio, era lo que se necesitaba. Constancia en el trabajo y que, poco a poco nos dejarán participar en el algoritmo.
El Nuevo Algoritmo.
Debes ser perfecto, debes ser popular, debes vivir en la playa, debes tener casa en el extranjero, debes perderte en una tribu en el Amazonas, debes tener una cabaña en los Alpes Suizos, debes tener tu propia empresa, debes tener un carro deportivo, debes facturar miles de millones de dólares, ah y también, debes tener un cuerpo espectacular. Sin olvidar mantenerse feliz las 24 horas del día los 365 días del año.
El nuevo algoritmo exprime a los usuarios al máximo. Le vende una idea de perfeccionismo que, sino tienen algo similar o mejor, ellos no tienen nada. Les vende una cascada de momentos maravillosos que, sino se está en medio de una fiesta, en medio de una reunión de negocios o sentado leyendo un contrato para comprar un fraccionamiento con 10 mansiones… uno es un fracasado social.
Estar en tu casa “solo”. Es lo peor que te puede pasar. Estar en tu casa alejado y sin nadie que vea qué estás comiendo “es horrible” y estás mal por no publicar nada. Si sales a cualquier parte y no lo compartes con nadie… es como sino salieras y por ende, estás una vez más, encerrado sin nada que hacer, siendo un aislado social a quien nadie quiere ni interesa.
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Una nueva presión social nunca vista en jóvenes. Los pobres mancebos, son víctimas de sus propias palabras. Que si sus comentarios, fotos o “gracias virtuales” no tienen auge ni eco en sus redes sociales, son lo peor que la sociedad ha creado y por lógica, estos pobres seres están mal y deben ser rechazados. Pero, no te preocupes sociedad, ellos por sí solos, se alejaran al verse opacados y sobre todo, al sentirse – menos graciosos que los demás – no volverán a pensar por sí solos ni a sentirse diferente a lo que el algoritmo ahora exige.
No puedo estar seguro en mencionar quién sufre más, si las niñas al ser comparadas y auto expuestas físicamente por tendencias sociales o los jóvenes varones que llegan a sus 20 ó 21 años y no han creado su primera empresa autosustentable o facturado su primer millón de pesos.
El algoritmo pide que vayan por más, que tengan más, que pidan más, que sean los más rápidos, los más valientes, los que trabajan, van al GYM, hacen Yoga, leen 1 libro diario, escriben 50 hojas, sacan a su perro a caminar, salen a bailar con los amigos, degustan increíbles manjares y meditan antes de ir a dormir. Porque claro, todo eso se debe hacer durante el día y obviamente, obviamente a diario.
Actualmente, deben tenerlo todo porque sino lo tienen, no tienen nada. El abdomen perfecto, el peso perfecto, la ropa perfecta, el celular de moda, la bolsa del momento… y así, todo lo que al algoritmo se le ocurra volver tendencia, todo es por lo que ahora, los jóvenes deben tener.
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Lo he mencionado en varias ocasiones, antiguamente, uno diseñaba la tecnología, pero al paso que vamos, es la tecnología quien ahora diseña la vida de uno. Y lamentablemente si uno critica esa vida, ataca esas conductas o cuestiona las razones de ese canibalismo social… uno termina siendo quien, ya no sabe nada de la vida. Total, estos ya son otros tiempos, tiempos que ya no son los de uno. Pero antes de irme, les dejo algo en la mesa:
Y les pregunto… ¿Actualmente, eso es vivir?
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