“El cine de esta época está muerto, acabado. La idea de que el cine es un cuento de hadas para niños no es buena ni suficiente. Necesitamos algo mejor.”
Peter Greenaway
Por: Alejandro Teutlí.
El cine como experiencia estética, siempre ha tenido un carácter individual que se comparte en colectivo, esto cuando se asiste a una sala propiamente dicha. Lo anterior no siempre suele ser la mejor experiencia para entrar en contacto con una obra cinematográfica, sobre todo cuando hay alguien pateando el asiento que ocupamos atrás nuestro, o bien, crujiendo la envoltura de alguna golosina hasta la posibilidad un niño sin la suficiente edad para estar en la sala llorando a todo pulmón, o los impertinentes que comentan la película o se adelantan a los hechos, hasta los caraduras que contestan su móvil sin siquiera tener el cuidado de hablar en voz baja.
En fin, que todo lo anterior es parte del folklore de la manera en la que entramos en contacto con ese denominado séptimo arte; pero esto sólo atiende a lo superficial de ver cine, pero, definitivamente, esta parte que está en la superficie de este ritual de las grandes ciudades, está muy lejos de ser lo de menos.
Nadie puede decir de manera seria (de otras formas caben posibilidades inimaginables) que la experiencia cinematográfica es la misma en una sala propia para tal fin, a tenerla en una pantalla casera, en un ordenador, ni se mencione la idea descabellada de hacerlo a través de un dispositivo móvil como el celular. No, definitivamente la experiencia no es, no puede ser la misma.
El cine y la película.
Por otro lado, si pensamos que lo más importante de una película es la historia, por encima de la propia imagen que se proyecta ante nuestros ojos, definitivamente estaríamos encerrados en una mente literaria. En otras palabras, el cine puede servir para contarnos una historia, pero en muchas ocasiones, importaría más cómo es que el cine muestra las historias, con todos los recursos a su alcance y no cómo el cine, digámoslo así, ilustra alguna gran novela.
Esto sería aceptar una mala calidad de las imágenes por el descuido de la fotografía, de la iluminación, sumándole un pésimo sonido y demás elementos en evidente carencia, pero terminar aceptando que es una gran película porque la historia y los actores, son grandiosos. Equivaldría a decir (si es que es pertinente una comparación así) en la literatura que, pese a la falta de pericia del escritor en su oficio, que deja en evidencia su desconocimiento de la sintaxis y la ortografía, el autor ha logrado escribir una gran historia.
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Los elementos del cine son muchos y complejos, pero en este caso, no es la intención meternos a desmenuzarlos para entender sus particularidades y relaciones: un gran guión, excelentes actores, una fotografía audaz, un gran sonido, técnicos competentes, y un largo etcétera son parte de este andamiaje para concretar una obra cinematográfica.
Como espectadores, el cine se convierte en algo que se va construyendo en nuestra cabeza partiendo de lo que se muestra en la pantalla. De todos los elementos necesarios para realizar una película, los visibles y los que no lo son, nos interesan en su conjunto y en armonía para integrar el resultado final en una gran obra.
El cine y su elemento imprescindible.
Resumiendo un poco, el cine fue creado, desde su construcción ontológica por medio de la fotografía, para ser visto en una sala ex profesa para tal motivo. Vamos, las palomitas y el refresco de cola, son prescindibles, pero la pantalla, esa no puede ser remplazada, por ahora, por un mejor medio para disfrutar del cine, sea cine de arte, comercial o venido del Oriente lejano. Eso ya es cosa de gustos y de búsquedas personales.
Y ¿qué será entonces del cine en estos tiempos de pandemia que nos «obligan» a adoptar medidas que atienden a una «nueva normalidad»? Las salas, por fortuna, ni han sido clausuradas ni mucho menos demolidas o algo por el estilo. Funcionarán con un orden preciso que nos recordarán los simulacros de sismos que solían realizarse en las primarias públicas, todos en fila, ordenaditos y guardando distancia, para entrar y salir de las salas que no volverán a estar a su máxima capacidad por tiempo indefinido.
¿Alguna ventaja para la propia experiencia? Sí, que siendo una experiencia individual en esencia y dejando de lado como se entre y salga de la sala, seguiremos disfrutando del cine de la manera en la que se ha venido haciendo desde sus inicios. Lo anterior, hasta que el propio medio se transforme en otra cosa que nos llevará a enfrentar experiencias que tal vez, como en el caso de la propia vida, nos pidan ser más participativos e interactivos, y no sólo espectadores inmóviles en eterno confinamiento.
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