Las estrategias en la educación y crianza de los niños en relación con la conducta suelen percibirse en dos polaridades, desde las que invitan el respeto la empatía y la reflexión y las de solución rápida aquella que con otorgar un premio o castigo proporcionan una respuesta inmediata a lo que el adulto busca reforzar o eliminar en el niño.
En la vida no hay premios ni castigos solo consecuencias.
Robert Green.
Por: Mtra. Miriam De la Fuente Sánchez | @Miriam
Tutores y docentes en sus distintos escenarios buscan las formas más eficientes para guiar asertivamente el comportamiento y las conductas del niño, por muchos años los premios y castigos han sido el número uno en el top de las estrategias más factibles, puesto que los efectos son inmediatos, y “funcionales” sin embargo, no se promueve la reflexión acerca de la acción. Por otra parte, el premio ha sido un aliado para obtener los resultados deseados de nuestros niños, porque mantiene la motivación para poder alcanzar el premio deseado.
¿Cómo funciona el castigo en los niños?
Bueno, el castigo es una sanción impuesta por el adulto a partir de una acción incorrecta ejecutada por el niño, es importante destacar que este ha sido un recurso muy utilizado como método infalible para corregir las conductas indeseadas, una realidad es que se obtienen resultados inmediatos, ya que el niño evita el castigo y condiciona por ende la conducta. Sin embargo, el castigo tiene diversos efectos uno de ellos es que a medida que pasa el tiempo pierde su fuerza y efectividad, por que el niño se acostumbra a que obtendrá una reprimenda y llega a un estado de resignación e incluso genera comportamientos desafiantes y rebeldes, porque lo percibe como algo habitual que pierde su carácter impositivo.
Otra consecuencia es que no se elimina de raíz la conducta indeseada, no se llega al fondo para conocer el porqué del comportamiento, entonces el castigo se queda en un término superficial, solo suspende la acción no deseada pero no resuelve la emoción ligada a dicho comportamiento. Antes de llegar al castigo es conveniente educar en normas y límites claros donde el niño conozca los alcances de estos.
¿Cómo funciona el premio en los niños?
Principalmente, el premio propicia que el niño repita las conductas deseadas a partir de un estimulo otorgado que normalmente es de índole material. Pero que trasfondo tiene esto, si se analiza minuciosamente el papel que funge el premio, puede ser visto como un motivador para el infante, y la vinculación del esfuerzo con algo que se puede obtener a partir de ello. Descrito así no suena negativo, sin embargo, los tutores y docentes han ocupado el premio para motivar al niño incluso para deberes que le corresponden, por ejemplo, el comportarse adecuadamente, el realizar labores de la casa, el cumplir con tareas escolares etc.
Y con ello qué es lo que realmente aprende, que toda acción positiva debe traer consigo una recompensa, aunque sea parte de sus responsabilidades. Por otra parte, el premio mal aplicado se puede volver en una avalancha interminable de premios materiales que en la medida en la que el niño crece irá incrementando el valor. Se recomienda que si se le otorga un motivante al niño no sea de carácter material, más bien que sea de carácter emocional.
No se trata de premios en la vida sino de consecuencias positivas, por ejemplo, si el adolescente termina su carrera universitaria no es necesario que sus padres obsequien un automóvil por el esfuerzo, más bien se trata de que reflexione sobre las consecuencias positivas que le dará el haber concluido un nivel universitario y obtener con ello herramientas necesarias para su propia vida.
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Para poder lograr esto se requiere que en la familia se adopten estrategias desde edades tempranas, ayudando a desarrollar hijos y alumnos con la capacidad de reflexión sobre sus comportamientos, en donde se le pueda facilitar al niño el análisis y elección de sus propios actos y conocer las consecuencias de estos, una reflexión en donde ellos puedan conocer los distintos panoramas de sus acciones y el impacto que estas pueden tener.
Otro aspecto importante es encontrar de donde nace la mala conducta, ya que en muchas ocasiones está vinculada con una emoción reprimida o no resuelta, niños con estrés, ansiedad o tristeza que detonan estas emociones en comportamiento negativos. La comunicación y el acompañamiento es necesario para lograr resolver estos conflictos.
La crianza positiva se verá reflejada fomentando una disciplina asertiva en el hogar donde los límites sean claros, educando en amor y respeto, fortaleciendo los vínculos y la comunicación en la familia, propiciando la confianza para garantizar el sano desarrollo de sus integrantes.
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