Por: Diego Figueroa | @oreugiFDiego
Bonito recordar. Sonará muy trillado, pero, – quien olvida su pasado, estará condenado a repetirlo en su presente – De entrada, toda persona con ya unos años de existencia en este mundo ha escuchado algo similar. Cada uno de nosotros ha tenido oportunidad de lidiar con más de una versión de Ruiz de Santayana y, aun así, pareciera que el grueso de la población no tiene memoria.
Qué bonito es recordar nuestro natalicio, más cuando se traen los de la infancia. Amigos, regalos, juegos, ¡qué bonito es recordarlos! Conforme pasa el tiempo, que bonito es recordar aquellos tiempos de cortejo, de primeras salidas y paseos por la alameda, traer de vuelta ese tiempo prístino de valor en los intentos burdos de caricias o la táctica en el primer ósculo.
Qué bonito es recordar. Creo que nadie duda de esto, pero… Qué pasa, cuando son nuestras ofensas las que vienen a la mesa, nuestros arrebatos los que se analizan, las respuestas emitidas en momentos de cólera, los malos resultados ante decisiones apresuradas o mal analizadas. ¿Qué tan bonito es recordar cuando por una u otra cosa, nosotros fallamos?
Como diría el gran mimo de México “ahí está el detalle”.
Lo bonito es aprender.
Siempre lo dije ante mancebos, siempre lo mencioné con los pupilos y siempre, con los amigos fomenté, que sino se erraba, era imposible aprender. Que, sino se aprendía del fracaso, no se podría avanzar. Que, sino recordaban bien los pasos y el por qué de su fallo, sería imposible seguir adelante, sería imposible arreglar algo que no se sabe en dónde está fallando.
Y una vez más, muy posiblemente recordarás que alguien, alguna vez mencionó – no hay mejor maestro que el fracaso – y no estaba equivocado.
Si uno quiere aprender cualquier menester en esta vida, es necesario recordar todas y cada una de las partes que lo conforman, pues, si en algún momento fallase, se podría identificar “dónde está ese detalle”. Porque teniendo las partes, las funciones, los hechos y sus consecuencias en la memoria, sería fácil saber que algo no esta bien. Ya que, por memoria, sabemos que eso no debiese funcionar o de ser así. Es lo bonito de recordar.
Sin memoria, no se puede aprender.
Pero si el recuerdo no conviene.
En alguna etapa de mi vida, como toda persona que está más cerca del final, comencé a redactar ese diario, que terminaba la premisa de – tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro – proyecto donde poco a poco fui agregando etapas de esta mísera vida. Haciendo uso de esta objetiva, crítica, seca o sátira, pero buena memoria que el creador me otorgó. Con algarabía, revuelo y regocijo, fui descubriendo que no todo fue hiel como yo lo recordaba.
Tan alegre me encontraba que, en una ocasión invité a una compañera a realizar este bonito ejercicio y los resultados, hasta el día de hoy los recuerdo. Haciendo un paréntesis aquí, invito a hacer esta reveladora dinámica. Salvo advertencia a la premisa de tener un plan B porque los resultados esperados siempre superarán los obtenidos aun entre los más optimistas.
Los dos acordamos recordar un momento en específico… no voy a ventilar todo lo que cobró vida en esa tarde de café.
El mismo hecho, visto, contado y sobre todo, sentido en 80% diferente. Cada uno con su razón, cada uno con su escala de valores, cada uno justificando su actuar y cada uno, nos guste o no, descubriendo la razón de su proceder. Lo que ambos recordábamos como fallo o mísera respuesta del otro, ante el hecho analizado, resultó justo disuelto por cada uno en ese momento.
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Teníamos más de quince años de no vernos y con esa salida de café, recordamos el por qué no volvimos a juntarnos. Ahora, tenemos una vez más ya diez años de no vernos y cada que le recuerdo, me viene una vez más a la mente la razón del por qué, es mejor no juntarnos.
Si lo analizamos fríamente hay cosas que no conviene recordar, pero sino se hiciera, todas esas situaciones por las que pasamos que no nos gustaron, serían nuevas y una vez más las tendríamos que vivir.
Imaginen vivir como aquella película del año 1993 donde Bill Murray vivía sin parar el mismo día. A esa situación, agreguen que será una avalancha de malos sentimientos, de tragos duros y de situaciones incómodas que al no saber qué hacer, se tienen los peores resultados una y otra vez sin detenerse. Y menciono sin parar porque al no tener memoria, los errores pasarán una y otra vez como en la película sin tener una razón para detenerse, sin tener un por qué cambiar ni mucho menos, un sentido de para. Perpetuando la percepción de frustración ante hechos que no sabemos cómo cambiar.
¿Podrían vivir una vida de castigo y mal estar, todos los días de su vida?
Lo que te conviene.
Lo que te conviene es no olvidar y aclaro, no cargar rencores, ni mucho meno odios que sin control se transformen en fobias o trastornos, no, eso no. Pero no olvidar en qué fallamos, por qué erramos y qué, nos hizo falta saber para salir avante ante cada uno de los problemas que al día de hoy hemos resuelto.
No conviene olvidar cómo nos sentíamos, pero, sobre todo, qué lo generó.
Si la vida se te pasa escuchando:
- Otra vez el mismo problema.
- De nuevo sufriendo por lo mismo.
- Pues que, ¿tú nunca aprendes?
Yo pensaría que NO tienes un problema de memoria o quizá, que te gusta sufrir y el masoquismo para ti, no es una tendencia, sino un estado de vida y entonces sí, el no recordar te conviene porque sufriste, sufres y sufrirás y eso, al ser masoquista te gustará. Y no me queda más que felicitarte por ser uno de los pocos seres humanos que encontró lo que le hace ser feliz.
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Pero, sino es tu caso y tú te sientes mal por no saber dónde meter la cara cuando una vez más, vuelves a sufrir por las mismas cosas, entonces no. No te conviene olvidar. Y si en tu círculo cercano es algo recurrente que mencionan hacia tu persona… entonces, ve, busca, analiza y encuentra, ¿qué estás olvidando?
Identificar la falta de memoria de una persona, sé y entiendo que es algo micro, pero cuando escucho que la gente se queja de los políticos, se queja de reformas, se molesta por que “una vez más, recibió falsas promesas” eso que pareciera un problema individual, se generaliza e impacta a la sociedad de sobre manera en sentido más macro.
Los de la vieja escuela sabemos, que no sirve ya de nada quejarse, porque al pasar una hora, en dos días o al pasar de las semanas, ya nadie se acordará de nada.
Porque sólo los viejos nos acordamos de esas cosas.
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