Por: Alejandro Teutli.
La caricatura ha sido una constante en la necesidad expresiva del mexicano. Desde el siglo XIX el poder de la caricatura ha ejercido su impacto en la opinión y la visión pública, no solo de la política y sus políticos, sino también de la propia condición de lo que significa ser parte del rompecabezas de una sociedad como la mexicana. Saltan a la vista nombres como José Guadalupe Posada, “El chango” García Cabral, José María Villasana, José Clemente Orozco, Rogelio Naranjo, Helguera o Hernández, solo por mencionar a algunos cuantos. La caricatura sigue vigente hoy y con una contundencia incuestionable.
Podemos decir, sin equivocarnos, que este país ha dado algunos de los caricaturistas más interesantes y extraordinarios. Junto con Francia, Inglaterra, Estados Unidos y algunos países más, en México se ha desarrollado una cultura caricaturística formidable.
Pero esa necesidad de criticar, incluso de burlarse de la clase política, socialmente funciona como una válvula de escape que permite que mucha presión social escape, liberando, en muchos casos, un enojo por parte de los ciudadanos hacia dicha clase en cuestión, que no se ha distinguido nunca, ni por ser eficiente, ni por mejorar realmente las condiciones de los ciudadanos que gobierna.
Es entonces que la caricatura devela una realidad dentro de otra, una especie de meta realidad que en el fondo es la realidad verdadera, esa que es tratada de ocultar, pero que todos (por lo menos los curiosos), pueden ver y leer entre líneas; eso que asoma y que debería avergonzar a los políticos y que, sin embargo, pareciera que de una forma cínica, nos restriegan en la cara.
La caricatura en México.
Por otro lado, no existe, por desgracia, un desarrollo homogéneo en todo el territorio mexicano. La caricatura dura y contestataria, esa que cae como cubo de agua helada en las espaldas de los zánganos y descarados, se concentra sobre todo en la capital, ese entrañable D. F. Que ahora, gracias a la oficialidad, llamamos Ciudad de México. Y ni hablar del contexto local, en el estado de Puebla, y específicamente en la ciudad de Puebla, el panorama no es nada, por decirlo de alguna forma, emocionante. Algunos nombres se asoman: De la Cruz, Reyes, Rafa y algunos más. Pero por desgracia, no alcanza y no es suficiente para que la caricatura hecha en esta ciudad sea un contrapeso real para el poder gobernante.
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Pero teniendo la caricatura una vigencia en nuestra actualidad, confío que en algún momento podamos ver como desde la pluma de algunos que hoy se arrojan al exigente mundos del quehacer caricaturístico, se convierta en una crítica sin titubeos, y en un contrapeso real y sólido en Puebla.
No puedo afirmar que tenga este trabajo, el de la caricatura, un impacto significativo en las personas que lo ven y que a su vez comparten con otros, pero, aun así, es importante no callarse y, desde la trinchera propia, cada miembro de la comunidad de caricaturistas debe seguir alzando la voz para que el diálogo en torno a una situación tan desmotivarte como la situación social en México y la carga de la clase política (que como refieren algunos, es la que tiene este país porque no es otra cosa más que el reflejo de esa sociedad a la que parece condenar) siga vigente y en constante transformación. En otras palabras, la caricatura tal vez no tenga el poder de cambiar la realidad que vivimos, pero, cuando menos, ayuda a mostrar la otra cara de la moneda, que si bien es visible, cuesta trabajo tragar.
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