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Por: Alejandro Teutli

 

La mayoría de nosotros tenemos nuestro primer a acercamiento con el arte, muy probablemente, a través de los libros. Echar un vistazo por la biblioteca de casa o deambular a hurtadillas por la biblioteca de algún tío para tomar un libro que está, y eso es lo que más llama la atención, poblado de imágenes, casi superando en cantidad al texto, suele ser tentador para un niño curioso en busca de nuevos campos de exploración. Se abre el libro y sabiendo leer, lo que más suele enganchar la atención es un conjunto de imágenes que se aparecen desde el imaginario de lo imposible para seducir nuestra novel mirada. Dependiendo del libro, podemos ir desde una generalidad de imágenes que nos trasladen hasta ese pasado remoto de probablemente hace más de 30 000 años  de las cuevas de Altamira o Lascaux, hasta sumergirnos en imágenes producto de las vanguardias de la modernidad. También existe la posibilidad de tomar, sin ser selectivos de momento, algún tomo de alguna enciclopedia y adentramos en alguna época específica que nos es mostrada en un recorrido visual, muchas veces sin tener un rigor de observación presente.

 

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Así, de pronto, la mirada se va poblando de formas, colores y texturas que van expandiendo nuestros referentes más allá del mundo cotidiano del niño. Bueno, hasta acá, algunos lectores pueden sentirse más identificados, sobre todo si pertenecen a esas generaciones que supieron qué era ir a la biblioteca y hacer una «investigación», elaborando ficheros y demás cosas propias de esas interminables visitas;  deambular por los pasillos buscando el tema, autor o título específico, teniendo como única guía el orden alfabético en el que se encuentran acomodados en los anaqueles los textos.

Hoy día la situación es completamente diferente; claro que en algunos casos (muy gratos) los libros siguen siendo parte importante de los accesorios que podemos encontrar en las casas. En la actualidad, y mencionarlo es un sitio común repetido hasta el delirio, los medios de comunicación, específicamente los dispositivos a nuestro alcance, nos abren las posibilidades en el mundo que no se cruzaba, ni por asomo,  por la mente de algún ratón de biblioteca.

 

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Nos abrimos paso con unos cuantos clics al mundo, por más lejano que sea el destino. Hoy, museos como El Prado, (solo por citar un caso), ofrecen recorrido virtuales sin tener que mover un pie en la comodidad de nuestra casa.

Tanto a través de los libros como por internet, hacemos un recorrido por lo que André Malraux denomina como «Museo imaginario», en donde podemos tener, de un lado, a la celebérrima Gioconda, y del otro, a la gran pirámide de Keops, sin poder dimensionar cada cosa en su justa medida. Pensemos que la pintura de Leonardo mide un aproximado de 77 por 53 centímetros, y la pirámide de Keops alcanza casi los 147 metros de altura.

 

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¿Qué podemos deducir de lo mencionado anteriormente? Que de ninguna forma podemos equiparar una experiencia artística a la distancia, a la de estar en el lugar donde se encuentra cada pintura, escultura, edificio, etc. Por supuesto, los ejemplares impresos o virtuales son de una enorme utilidad cuando se trata de ir conformando un bagaje visual, incluso teórico, del arte. Cabe mencionar que sería casi imposible tener contacto en vivo con todo el arte que nos interesa, pero hacer lo posible por tener la experiencia directa, es incomparable.

Deseo firmemente que los sitios de interés para los viajes culturales y los espacios dedicados a ello, tengan una pronta vuelta a abrirse y nos sigan brindando la posibilidad de maravillarnos con todo lo que albergan y que no se aprecia y disfruta igual de forma mediada. En general, todos, independientemente del sector al que pertenezcamos o la actividad que realicemos, queremos volver a la vida, a esa vida completa en libertad, y reflexionando, obligadamente, lo que se ha hecho mal por abusar de dicha libertad. Por lo pronto, los libros de arte y las búsquedas mediante la red seguirán siendo una opción para los amantes del arte, y claro, para los que no lo son y optan por otros menesteres.

 

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Un comentario en «Arte a través de libros e Internet.»

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