Portada: David Alfaro Siqueiros “Nuestra imagen actual”.
Por: Alejandro Teutli.
La pintura es uno de eso sucesos que nos acompañan desde que el hombre se arroja a los muros de las cavernas y, a través de trazos y manchas, deja los limeros vestigios de material y de color; desde entonces, sigue con nosotros hasta nuestros días, y siendo honestos, no veo una fecha de caducidad.
La pintura es uno de los lenguajes que se anticipan a la la escritura, y también al propio lenguaje hablado. Podríamos aquí hacer una pequeña aclaración que no será propiamente desarrollada en este preciso momento. No solo podríamos hablar de la disciplina de la pintura como antecedente de la escritura o de la orolatura, sino que también, podríamos mencionar al dibujo o al grabado, pero tenemos que decir que es la imagen, de manera general, a la que podríamos designar como uno de los primeros lenguajes articulados de la humanidad. Esto será una temática a desarrollar en otro momento.
Así, la pintura es imagen. Y teniendo presente lo anterior, podemos hacer esta reflexión en torno a ésta. Sin caer en exhaustivas cronologías ni mucho menos.
La seducción de la pintura.
La pintura, o bien, las pinturas, han sido motivo de interés. De alguna manera nos seducen a través de la forma y el color, desde las pinturas al fresco que decoraban los templos antiguos religiosos de distintas civilizaciones, pasando por las fantásticas piezas creadas en el Renacimiento o el Barroco, hasta llegar a las rupturas formales de Picasso, Kandisnsky o Málevich. No se diga lo que significa la pintura en América Latina y, específicamente, en México.
En nuestro país, hemos tenido una serie de pintores fantásticos que podemos considerar como embajadores de lo mexicano, y no solo de lo mexicano, sino de la universalidad de la condición humana que artistas prodigiosos lograron perpetuar en sus pinturas que se desbordan y trascienden lo cotidiano.
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Innumerables nombres se asoman: Orozco, Rivera, Siqueiros, Tamayo, Remedios Varo, Lilia Carrillo, la ahora célebre superestrella Frida Khalo, quien el año pasado superó el millón de visitantes con una muestra itinerante por varios países de Europa, cosa que se dice fácil, pero que no logran otros pintores afanados ni de cerca.
No se mencione lo que la pintura mural significó para el pueblo mexicano y la construcción de su identidad. Allende las fronteras, marcó la ruta del arte en Estados Unidos y los muralistas mexicanos fungieron como intermediarios entre las vanguardias europeas y los artistas que más tarde abanderarían la revolución artística que convertiría a Nueva York en el centro neurálgico de la creación artística mundial.
Y con todo, la pintura ha sido objeto de múltiple “ataques” hasta el punto en el que una muestra de cinco artistas rusos titulada “5 X 5 = 25”, el pintor Rodchenko exhibió un tríptico llamado Color rojo puro, color azul pyro y color amarillo puro, con el título colectivo de “la muerte de la pintura” (también traducible como “La última pintura”).
El valor de la pintura.
Altas y bajas ha sufrido la pintura, hasta que una especie de rebrote (término que últimamente se utiliza y preocupa mucho) en discusiones, subastas y exposiciones, la trajeron de vuelta, a tal grado que sigue, hoy por hoy, se mira sin tapujos como un objeto de culto y de deseo. Lo que nos lleva a formularnos la pregunta: ¿es acaso el valor comercial y su gran exposición a medios de comunicación lo que hace valuada a una pintura? La respuesta puede ser distinta de acuerdo a las sensibilidades involucradas y conminadas a tal reflexión. La pregunta anterior puede aplicarse también a otras disciplinas artísticas que forman parte del panorama del gran mercado del arte actual.
Así, sin más, será interesante ver, en estos tiempos de contingencia, qué es capaz de proponer la pintura, o mejor dicho, los pintores, para poder realmente afirmar que la pintura está viva y que no es, de ninguna manera, cosa del pasado.
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