libertad
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Por: Diego Figueroa | @oreugiFDiego

 

La libertad que se perdió. Poco a poco la sociedad va tirando las mentiras que, ante los hechos reales, el peso y valor verdadero de las cosas, salen a la luz. Por ejemplo, antiguamente, literal, la sociedad veía bien emancipar a los hijos y dejarles “ir”. Pero ahora, la normalidad es que tengan, 30, 33, 35 años y sigan viviendo aún con sus padres. Ese cuarto que los padres con ilusiones diseñaron, pintaron y adecuaron para su bebe, pareciera ahora una prisión emocional. Prisión en la cual, el retoño sigue viviendo, prácticamente desde que nació.

 

Ese cuarto en el que actualmente está es su mundo y su estabilidad. Es su territorio, es su propiedad y es, lamentablemente, su Alcatraz personal. Ahí dónde por mera convicción personal, el joven no ve la luz, no conoce la vida fuera de la celda, tampoco encuentra la razón ni el motivo para salir de esos cinco metros cuadrados donde ha pasado ya un cuarto de su vida.

 

Nos guste o no, a los de la vieja escuela, no se nos esperaba en casa después de los 20 años. Desde niños, crecimos con la idea de “cuando tengas tu casa” cuando por fin “te hagas de tus cosas” y la mencionada popular frase célebre de los padres de aquellos años:

 

“el día que tengas tu propia casa, ese día serás tú quién decida las reglas”

 

Tener nuestro espacio era el sueño de libertad, era ver la salida del túnel, era por fin, caminar a la luz. El salirnos de nuestra casa era todo aquello para lo que nos habían enseñado a vivir. Era, literalmente hablando, empezar a vivir nuestra aventura, empezar a elegir, a experimentar a aprender para bien y para mal.

 

Pero esa libertad no venía sola, venía de la mano de las responsabilidades.

 

El Valor de dejar el cuarto.

 

No se trata de hacer sentir mal, no se trata de apuntar con el dedo ni mucho menos decir quienes han sido buenos o malos padres, es el hecho puntual de no saber soltar, de maquillar la acción sobreprotectora, de auto justificar el no dejar ir a los hijos.

 

Porque no tiene ni una necesidad, porque no tiene por qué irse, porque está ahorrando, porque quiere sacar primero su casa, porque va a estudiar una especialidad, porque apenas empezó en un trabajo, porque todas las rentas están caras, porque si va a pagar renta en otro lugar, mejor que aporte ese dinero a la casa.

 

Y yo no digo que eso esté mal, yo no digo que eso no sea válido, ni mucho menos que sea anormal, lo que pasa, es que la mayoría se aferra o ve solamente la justificación lógica para no irse y quedarse en ese cuarto, pero lo que no se ve, no se habla, no se dice, es que esa persona, hombre o mujer, terminará encadenado a esa casa quizá sin saberlo conscientemente.

 

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El gran problema de no salir del cuarto es que – siempre está mamá / siempre está papá – y nunca ven por ellos mismos. Ellos (tanto él como ella) son capaces de irse a comprar ropa, de saberse inscribir al gimnasio, de irse solitos de vacaciones, no tendrán reparo ni limitantes de irse de turistas al extranjero, pero serán completamente inútiles para ir a pagar el predial, para saber cómo tramitar las placas del automóvil. Incapaces de lidiar con plomeros, con carpinteros, de saber explicar a los mecánicos, cuál o qué puede ser el problema.

 

Imposibilitados mentalmente a ir a los mercados y reparar el motor de la licuadora, ciegos completamente cuando tengan que ir y buscar en los mercados “verdura madura y fruta buena”, inadaptados socialmente para ir al seguro social y saber tratar y lidiar con el personal médico. Los hechos más simples y comunes de vivir en sociedad son completamente ajenos para esos seres autónomos, desarrollados y estudiados, que no han dejado el cuarto donde nacieron.

 

No tienen idea de qué hacer, porque no están solos.

 

Y es la razón principal de no crecer. Al no crecer, no hay responsabilidades, no hay excusa para salir porque al seguir viviendo adentro, papá o mamá tienen que dar la cara, ellos no. Mientras más pase el tiempo y ellos sigan viviendo en su cuarto con el apagador de luz con marco de payasito, ellos nunca sabrán ni qué sartén comprar para poder hacerse un huevo estrellado.

 

Si algo les pasara a ustedes como padres… sus hijos saben dónde están las escrituras de la casa, sus hijos han guardado dinero para ir y rentar su propio departamento en caso de ya no estar con ustedes. ¿Sabrán leer un contrato?

Si algo les pasa a ustedes como padres… sus hijos conocen a cuánto ascienden las deudas de la familia, mismas que, al ya no estar uno u otro, su pequeño tendrá que lidiar con ellas, ¿lo han hablado como padres?

 

Está bien, no mencionaré cosas – de adultos – pero sus hijos, saben qué día deben sacar la basura, si el suministro de agua les es cortado, tienen ellos la inteligencia necesaria para saber a quién llamar, y sobre todo, saber qué medida de pipa de agua deben solicitar o al ser cuestionados sobre el volumen dirán: …”pues es una casa chica, pero más o menos grande”… ¿Lo sabrán? Tienen noción de ¿Cuánto cuesta y cuándo hay que comprar el gas, tendrán idea de dónde ir por el agua para beber? ¿Sabrán las fechas del pago de predial y agua?

 

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Les repito, estas son cosas que se espera un adulto de más de 30 años deba saber manejar, por mucho que aún tenga posters de Topo Gigio en su cuarto o guarde con nostalgia su credencial de los amigos de provincia, vista con playeras estampadas de Pancholín y Salchichita. Es un sujeto que ha pasado 30 años en el mismo lugar, en el mismo inmueble y debiese ser un área la cuál conozca al derecho y al revés.

 

Y si de todo lo que les menciono, el retoño no sabe ni la mitad, le pido no le castigue de su postre, no le esconda el control de su juego de video, ni le reprima el uso de su teléfono inteligente. Piense que los primeros treinta años de la infancia, son los más difíciles porque se debe crear una imagen personal y segundo, hablando ya más formal, si él o ella, no sabe hacer lo antes mencionado, personalmente pienso que es usted quién debiese cuestionarse, ¿para qué está preparando a su hija o hijo? Pero, sobre todo, dejo en la pantalla la siguiente reflexión:

 

¿Qué va a pasar y qué será de su retoño el día que usted no esté más?

 


 

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