Otto Dix, La Guerra, 1932, Galerie Neue Meister, Dresde.Otto Dix, La Guerra, 1932, Galerie Neue Meister, Dresde.
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Sólo el arte penetra lo que el orgullo, la pasión, la inteligencia y la costumbre erigen por todas partes: las realidades aparentes de este mundo. Existe otra realidad, la verdadera, que perdemos de vista. Esa otra realidad siempre nos está enviando señales, que, sin arte, no podemos recibir.

Saul Bellow.

 

Por: Alejandro Teutli

 

La misión del arte de representar la belleza dejó de ser lo más importante desde hace mucho. Desde luego, la belleza es una cualidad que puede poseer una obra de arte y, si una obra no atiende al sentido de lo bello, no deja de ser arte. Tomemos en cuenta que mucha gente que no está familiarizada con el mismo y sus posibilidades, suelen ver como fin del arte, casi de manera unívoca, el ser un producto de consumo exclusivo para el deleite de quien lo mira. Pero para ser más claros al respecto, vemos también a personas que la sociedad acepta como artistas que creen firmemente que la intención final del arte debe ser agradar al ojo; en términos precisos: gustar.

 

Louis Bourgeois, Mamá, 1999, Guggenheim de Bilbao.

 

Claro está que el arte puede gustar, pero no de esa manera ingenua en la que el ojo es seducido por imágenes de fácil digestión que no fueron hechas para decir nada acerca del ser humano, del mundo, de la realidad misma, sino que fueron creadas como un mero objeto decorativo.

Para resistir.

Aquí surge la pregunta: ¿Para qué sirve entonces? La respuesta que me salta a la mente de inmediato es: Para resistir. Una resistencia que se materializa como una voz cantante que pone de manifiesto las vicisitudes de lo humano. En otras palabras, el arte es una acto de resistencia contra una deshumanizacion inminente en nuestros días. El arte entonces, se vuelca a escudriñar el sentido complejo de la existencia humana; cosa que se expresa muy fácil pero que encierra honduras que se antojan, por momentos, insondables.

Pero la resistencia no es cosa exclusiva del este. Más bien, es algo inherente al ser humano; resistimos a las inclemencias de la naturaleza, a las injusticias, a las traiciones, al poder, a los otros, resistimos, pues, a la propia vida. Resistir es no darse por vencido, aguantar, pero no para permanecer siempre igual, sino buscando la mejor de las existencias posibles. Y es en esto último en donde el arte es el perfecto complice.

 

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Este nos muestra lo que vemos en la realidad de maneras que no creíamos posibles, en otras palabras, nos da la posibilidad de entender multidimensionalmente la vida, a un nivel afectivo e intelectual. Es entonces que los artistas se unen en ese acto de resistencia para evocar y buscar la transformación, transformación que por momentos parece una utopía en nuestro panorama que parece encaminarse más bien hacia lo distópico. Como se puede apreciar, en estos párrafos apenas abrimos la posibilidad de adentrarnos hacia esas posibilidades del arte, ese arte que, en tiempos actuales, tal como el estar vivos en el mundo contemporáneo, se convierte en un acto de resistencia.

Por adminCGJ

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